FUENTE: El Comercio
Los recuerdos llenaron ayer LibrOviedo en el doble homenaje póstumo realizado a Conchita Quirós y Alberto Polledo, dos libreros «de raza» involucrados hasta la médula en dos de los establecimientos más emblemáticos de la ciudad, Cervantes y Santa Teresa. «Era una mujer adelantada a su época», inició la ronda de intervenciones la periodista María Estébanez, hilo conductor de los actos, en referencia a Quirós.
La coordinadora de bibliotecas, Chelo Veiga, dio paso a quien la conocía en su faceta más íntima, su empleada y amiga Carmen Prieto. «¿Qué se te viene a la cabeza cuando piensas en Conchita?», preguntó. La respuesta fue humildad, decisión, cercanía, mano para los negocios y en definitiva, una larga lista de características a admirar.
Su empleado durante más de medio siglo, Andrés Muslera, continuó con las anécdotas. «Conchita decía que había sido una de las primeras conductoras de Oviedo», comentó divertido. Y es que, como apuntó su sobrino y heredero de Cervantes, Alfredo Quirós, «era mayor, pero no vieja».
De la calle Doctor Casal, los recuerdos pasaron a la calle Pelayo. A la extinta librería Santa Teresa con la figura «erudita» de Alberto Polledo, que durante años regentó el querido negocio situado a la sombra de la Jirafa. Enamorado «profundamente» de la naturaleza, de Oviedo y de la vida social carbayona, Polledo hizo sus primeros pinitos como librero a los 12 años, durante el verano, relató el geólogo Manuel Gutiérrez Claverol. Así se convirtió en «el estandarte que muchos buscaban» tras el mostrador. Y es que, en palabras de Javier Gómez, «al librero de toda la vida, como Alberto, no lo sustituirá internet ni ningún almacén». Hoy se clausurará la feria.