Fuente: La Nueva España

Asomarse cada lunes a “El Otero”, es asomarse a un rincón de Oviedo, a los detalles más pequeños, a las historias más rebuscadas y a los lugares comunes de la ciudad, en los que “todos tenemos recuerdos”. Ahora, esas ventanas que se han ido abriendo semanalmente en LA NUEVA ESPAÑA de la mano de Carlos Fernández Llaneza conforman un ventanal con forma de libro. Desde el año 2013, el articulista escribe de Oviedo y para Oviedo. Una actividad que, reconoce, le ha hecho aprender y querer, cada semana un poco más, a su ciudad. Ayer, en la feria del libro, presentó “El Otero. Una ventana abierta a Oviedo” acompañado de Ángeles Rivero, subdirectora general de LA NUEVA ESPAÑA y de Mar Prieto, presidenta de los libreros ovetenses.

Fernández Llaneza recorrió ayer sus grandes “obsesiones”. El Naranco que tanto defiende, el barrio de Vallobín en el que nació, las fiestas de San Mateo, las Pelayas y la Catedral, el Prerrománico o el Campo San Francisco. Los temas recurrentes de sus artículos y de la ciudad. El escritor, profesional de la industria farmacéutica, exconcejal socialista y presidente de la asociación “Manos por el Naranco”, explicó ante una nutrida audiencia que trata de escribir artículos “interactivos o bidireccionales”, textos que, aunque en muchas ocasiones partan de sus vivencias enlacen con las del lector o despierten en él casi los mismos recuerdos. La otra vertiente de su trabajo, la investigación histórica, parte de bucear en los más diversos archivos, de encontrar las historias más curiosas y, en muchas ocasiones, olvidadas.

Ángeles Rivero reconoció el trabajo del articulista en las páginas de este periódico a lo largo de los años. “Escribir todas las semanas de algo interesante y diferente supone un ‘tour de force’. Y hacerlo de manera tan documentada representa un plus de esfuerzo verdaderamente admirable”, señaló. Además, apuntó a otra de las características de la producción periodística de Fernández Llaneza, buena parte de sus artículos no están elegidos al azar, sino bajo el pretexto de la actualidad, profundizando en los entresijos históricos o sentimentales del tema del momento. Como, por ejemplo, explicó el autor, el paseo de Los Álamos, “tan de actualidad lamentablemente”. Una obra de arte que, dice, “le duele” cada vez que lo ve.

El escritor, que ya ha hecho varias incursiones en el campo de la literatura, adelantó ayer que tiene otro libro casi terminado, pero guardado en un cajón. Se trata de una crónica novelada sobre la Guerra Civil en Oviedo. Un trabajo que, al igual que otros relatos, como reconoció, no han visto la luz “casi por vergüenza”. Publicaciones que, ayer, algunos quisieron tener ya entre sus manos. Tras la presentación, el autor participó en un pequeño coloquio con los asistentes. Una charla en la que desveló las fuentes de las que bebe, departió con el público y agradeció su ayuda a la cronista Carmen Ruiz-Tilve o a José Ramón Tolivar Faes. El trabajo de Fernández Llaneza, claro continuador de estos nombres, profundiza en esas pequeñas historias de la ciudad que pasan desapercibidas, que cogen polvo en un archivo. En uno de sus próximos trabajos, reveló, contará cómo en la última y reciente restauración de la capilla de Los Vigiles de La Catedral se encontró un periódico del día que se hundió el Titanic. Una historia de las que se escapan al radar, pero que hablan, siempre, de Oviedo.

En ese coloquio improvisado bajo la carpa de LibrOviedo en Porlier, el articulista recibió un sentido elogio de un colega colaborador de este periódico. Manuel Gutiérrez Claverol destacó el talento de Fernández Llaneza para defender de manera firme su opinión, normalmente distinta de la corriente, desde la educación y sin ofender nunca a nadie. Y, tras el acto, cuando los asistentes se dirigieron al puesto en el que se vendían los ejemplares de su libro –que pronto desaparecieron del mostrador– Claverol le brindó una anécdota cómplice: “Alguna vez en una firma de libros se me ha olvidado el nombre de quien te pide la firma, y se pasa muy mal”. Tras él, comenzaron a ponerse en fila muchos de los asistentes a la presentación y, algunos, se hicieron fotos con el autor.

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